A quienes se decanten por el whisky sin soda.
A quienes defiendan el sexo sin boda.
A todos aquellos a los que les sobren los motivos.

Bienvenidos a mi hogar, dulce hotel.


viernes, 7 de agosto de 2009

Bailando con moscas, con el cerebro lleno de clichés.

No sé dónde está el principio. Empecemos por el final, ¿Quieres bailar conmigo?

Podría pensar cien sabores, recordar miles de impresiones, y saborear millones de recuerdos; y aún así no sería bastante. Me faltaría sentir que hay alguna que otra mosca, aunque sea a miles de kilómetros de distancia, para no sentirme sola aunque sea la única en este panal de abejas (haciéndole un guiño a M, aunque me valdría también como metáfora un koi en un cardumen de barracudas, o un galgo afgano en una jauría de mastines napolitanos, o un picaflor sumido en la profunda desesperación de estar solo en el mundo por vivir en una colonia de buitres leonados, en el fondo todo es lo mismo, converge en un único punto, y por tanto, da igual.)
Y dándole vueltas a todos estos sinsentidos y catástrofes que se me ocurren cuando estoy tan desesperada como el ya mentado colibrí, creo que te echo de menos más de lo recomendable (partiendo del hecho de que lo recomendable en la tarea de echarte de menos sea cero, y aunque lo hiciera sólo un poquito, que no es el caso, ya me estaría excediendo.) También creo que eres un idiota, pero quizás eso no te interese tanto. O sí. Yo que sé... Si supiera lo que se pasa por tu maldita, y adorada, cabecita, estaría mejor. Podría ser. O no. Quizás.

Sí, por si no lo has notado, amo los clichés. Amo mis clichés. Y tú eres ese maldito cliché del que no me puedo olvidar por más que pasen los jodidos años de mi jodida vida por mis jodidos huesos; ese maldito cliché que siempre tengo en la retina, y en la punta de la lengua, la misma que siempre me acabo mordiendo para evitar pronunciarlo.

Podría terminar por el principio, sería lo adecuado. Pero, siempre a codo con la sinrazón, sigo sin recordarlo exactamente.

¿Bailas?