A quienes se decanten por el whisky sin soda.
A quienes defiendan el sexo sin boda.
A todos aquellos a los que les sobren los motivos.

Bienvenidos a mi hogar, dulce hotel.


martes, 7 de abril de 2009

Princesa y Barbi Superstar.

¿Cómo no imaginarte? ¿Cómo no recordarte? Hace apenas dos años. Cuando eras la princesa de la boca de fresa, cuando tenías aún esa forma de hacerme daño.
¡Ahora es demasiado tarde, princesa! Búscate otro perro que te ladre, princesa.
Maldito sea el gurú, que levantó entre tú y yo un silencio oscuro (...) Ya no te tengo miedo, reina, pero no puedo seguirte en tu viaje. ¿Cuántas veces hubiera dado la vida entera porque tú me pidieras llevarte el equipaje?


Tenía los pies diminutos, y los ojos color verde marihuana, a los catorce fue la reina del instituto del curso que repetí. (...)
Pezón de fresa, lengua de caramelo, corazón de bromuro, supervedette, puta de lujo, modelo, estrella de culebrón (...)
Al infierno se va por atajos, jeringas, recetas; ayer hecha un pingajo, me dijo, en el tigre de un bar: "¿Dónde está la canción que me hiciste, cuando eras poeta?" Terminaba tan triste que nunca lo pude empezar.
Por esos labios que sabían a puchero de pensiones inmundas, habría matado yo, que cuando muero ya nunca es por amor (...)
Por Vallecas, ya nadie la llama Barbi Superstar.


Hay peligro de incendio esta noche, en el asiento trasero de mi coche.
¡No seré yo quién llame a los bomberos!

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