A quienes se decanten por el whisky sin soda.
A quienes defiendan el sexo sin boda.
A todos aquellos a los que les sobren los motivos.

Bienvenidos a mi hogar, dulce hotel.


martes, 31 de marzo de 2009

Perdidamente enamorados.

Tú y yo. Maestro y alumna. Kalash y Malak.


Hoy ya no eres mi secreto a voces.
Hoy me muero por hablar contigo.
Hoy te quiero, Kalash; hoy me muero por verte, por tocarte, me muero por oír tu voz llamándome, en susurros. Hoy me muero por que me mires y saber exactamente qué estás pensando, y qué no dices para no herirme, herirnos.
Hoy me muero por oír un malak de tus labios, que lo digas ahogadamente; que me mires a la cara y no apartes los ojos mientras finjo que no me doy cuenta; que me sonrías, y se me olvide que volverás a Valencia.

Eres fugaz. Eres efímero. Vienes, y te vas; nunca te quedas, y sin embargo, me llenas como nada. Aunque no afrontemos la verdad a la cara, aunque las horas a tu lado las perciba como segundos.

Hoy la impaciencia se apodera de mí... Llevaba tantos meses ansiando escuchar esas palabras, que son mucho más que una promesa de verte en un futuro cercano.

Hoy, a pesar de las dificultades, siento más que nunca que eres mi alma gemela.

Hoy, más que nunca, te quiero.

domingo, 22 de marzo de 2009

Al final, por fin el fin.

Es la hora de partir... La dura y fría hora, que la noche sujeta a todo horario.
(...)
Es la hora de partir ¡Oh, abandonado!


Impresionante.
Miles de puntos blancos, millones de lucecitas parpadeantes, cientos de motitas luminosas amontonadas sin orden alguno sobre el negro telón de alguna famosa función. Sobre este fondo oscuro, da comienzo la verdadera obra, sobre su inmensa extensión me paseo, deteniéndome en cada una de esas manchitas (esas ventanitas a todo lo abstracto, esas musas de auténtica poesía), jugando con ellas, recreándome mientras invento constelaciones en ese cielo estrellado.

Mira esa ¿A qué crees que se parece? ¿No es un caballo? No, más bien un unicornio, ¿No ves su largo cuerno espiralado? ¡Y ahí está mi sierpe! Mi vieja amiga, compañera silenciosa de sueños olvidados ya. Parece que me guiña un ojo. Un ojo extrañamente brillante. ¿No es la estrella polar?

Animales mitológicos que rugen y escupen fuego por sus bocas decoradas con titilantes colmillos. Largas cintas que adornan formando lazos, y florituras, y zarcillos, el cielo nocturno. Enormes pájaros que abren sus aún más enormes alas en busca de una libertad que, para ellos, no existe, pues seguirán ahi la próxima estación, esperando que con un poco de iamginación, me dedique a redescubrirlos.
Incluso, si miro bien, encuentro a mi negra e hipnótica pesadilla devolviéndome la mirada desdeñosamente. Aquellos ojos negros que ni a sol ni a sombra me dejan, que me persiguen incluso cuando alzo la vista al cielo y suplico clemencia, sosiego. Que me atormentan, acosan mi alma, desgarran mi espíritu con miradas de soslayo que se clavan como puñales de hielo eterno.

Clavo en ellos los míos, con un odio visceral, un odio enamorado. Es imposible no estar a estas alturas perdidamente enamorada de mi propia maldición. Son necesarios, más que nada, por eso los observo con odio ahora, no quiero necesitarlos, no quiero amarlos ya.
¿Noto cierto temor, en la mirada que ahora me lanzan? ¿O quizás angustia, o algo de desesperación? Probablemente nada de eso, ellos no tienen sentimientos.
Inspiro. Les dedico una sonrisa (torcida, envenenada, pero al fin y al cabo, sonrisa), tomo impulso, con los brazos extendidos, y me lanzo al vacío.

VACÍO.

No sé qué será de mi vida si no están conmigo, persiguiéndome, y a la vez dándome la razón de que tenga sentido.
Pero yo quiero un cielo oscuro, tachonado de estrellas, al qe pueda mirar sin miedo a caer en la antigua espiral de terrores y pasiones.
Yo quiero noches en las que inventar nuevas constelaciones.

Adiós, diría mi maestro.
Hasta nunca.

viernes, 20 de marzo de 2009

Bendito bálsamo.

Bendito bálsamo, para mi maldita herida. ¿Porqué sólo basta tu timbre, para curarme por dentro?




- ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo?

- Me vas a dejar caer.

- No te voy a dejar caer nunca.


No sé porqué, pero tras hablar contigo, siempre me siento mejor.

Bendito bálsamo. Bendita la sonrisa que siempre llevas puesta. Bendita la frase "no pasa nada".
Bendito tú, que con una simple palabra, ahuyentas los males que me acosan, las dudas que puedo llegar a tener, esas que momentos antes me parecían tan inmensas, esas que me aplastaban, me devoraban por dentro y me hacían estallar en histérico llanto.

Bendito, porque cada vez que marco (ya de memoria) el número, con dedos temblorosos y suspiros anhelantes, sé que en un par de segundos te oiré, y se me quebrará la voz, y me contarás alguna anécdota tonta que me hará reír y olvidar.

Bendito, porque la sola mención de tu persona, me recuerda mañanas con olores a resina y a césped mojado, noches de frío intenso, aquella vez que dijiste, en ronco susurro, "No te voy a dejar caer nunca".

jueves, 19 de marzo de 2009

Recuerdo.



Platinoche.

En la noche platinoche... La bruma forma zarcillos, jirones de humo hechos recuerdo, arremolinándose en tu cuerpo.
Tú. Tus dedos de seda jugando con mi piel, tu lengua enredándose y cometiendo mil y una diabluras, alfombrándome la voz con no sé qué sabores de azahar y de tequila.

En la noche platinoche, inventas estrellas con la mirada, cuelgas la luna en las puertas del cielo, barres la niebla con un suspiro... Convocas mareas, tormentas, huracanes. Avivas incendios entre mis piernas.
Noche de fuego, de humo; noche brumosa, sin luna, estrellada. Noche platinoche.


El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche,
noche que noche nochera. (Lorca)