A quienes se decanten por el whisky sin soda.
A quienes defiendan el sexo sin boda.
A todos aquellos a los que les sobren los motivos.

Bienvenidos a mi hogar, dulce hotel.


sábado, 3 de octubre de 2009

Ajá. Está todo dicho.

- ¡Vamos! Que él siente cosas por ti qe no sabe ni decirte. Y tú no se las dices porque crees que no las siente. Y si ése es el problema, me repatea que no estéis todo lo bien que podéis estar. Os amáis. Disfrutadlo. Y por favor, confiad en la obviedad: sois correspondidos.
- ¿Ves por qué digo que soy gilipollas?
- Pues porque lo eres :)

Reediciones con motivos.



Sólo
llueve.














Ahí fuera llueve otra vez. Llueve, llueve tanto, que la espesa cortina de agua me impide prácticamente ver el exterior. Llueve, llueve tanto, que las flores en los balcones vuelven a llorar; rosas llorando, dalias llorando. Ahí fuera llueve otra vez, exactamente igual que antes, aunque quizás, esta vez llueva y no sea todo exactamente de la misma bruma oscura.



Ahí fuera llueve... Y vuelven a correr las madres con sus niños, y los hombres grises de miradas grises y abrigos grises; la gente se vuelve a agolpar bajo las paradas del autobús, todos, intentando, en vano, protegerse de la fría llovizna de las nubes apretadas. El cristal de mi ventana vuelve a empañarse, pero esta vez el calor no miente descarado, esta vez es real. Allí fuera nuevamente hace frío, pero ni siquiera eso puede hacerme bajar hoy, nada ni nadie podría lograrlo.



Ahí fuera el mundo vuelve a terminarse, vuelve a ahogarse, vuelve a empaparse; pero cuando decido salir, y buscar en los charcos los reflejos de las ilusiones que perdí, y que creía que nunca encontraría nuevamente (mis ilusiones de agua), las siento, las huelo, casi puedo tocarlas... Sí, el mundo seguirá girando sin pedirle permiso a nadie, pero esta vez tendré tus manos acariciando mi espalda, tu boca respirando en mi cuello, y tu cabeza descansando en mi regazo; y el mundo se irá a la mierda, allí fuera, sin que a nadie le importe y menos a mí.



Ahí fuera llueve, y esta vez por fin son tus dedos los que me mesan dulcemente el cabello; y tus palabras las que me estremecen y me tornan ciega, y muda, y sorda; y tus labios los que me despiertan del invierno helado, muerto.



Aquí dentro llueve. Llueve, y son tus besos los que se beben mis lágrimas de miedo. En la habitación vuela un aire frío y áspero, flota en torno a mi cuerpo, lo respiro; y me enfría las noches y los días, las lunas y los soles, los cantos de gallo y los sueños. Pero es tu piel la que calienta mis desvelos, y aunque vuelva a llover pavor, aunque vuelva a diluviar miedos, tristezas, piedras de llanto; sé que, ahora, estás aquí.

viernes, 7 de agosto de 2009

Bailando con moscas, con el cerebro lleno de clichés.

No sé dónde está el principio. Empecemos por el final, ¿Quieres bailar conmigo?

Podría pensar cien sabores, recordar miles de impresiones, y saborear millones de recuerdos; y aún así no sería bastante. Me faltaría sentir que hay alguna que otra mosca, aunque sea a miles de kilómetros de distancia, para no sentirme sola aunque sea la única en este panal de abejas (haciéndole un guiño a M, aunque me valdría también como metáfora un koi en un cardumen de barracudas, o un galgo afgano en una jauría de mastines napolitanos, o un picaflor sumido en la profunda desesperación de estar solo en el mundo por vivir en una colonia de buitres leonados, en el fondo todo es lo mismo, converge en un único punto, y por tanto, da igual.)
Y dándole vueltas a todos estos sinsentidos y catástrofes que se me ocurren cuando estoy tan desesperada como el ya mentado colibrí, creo que te echo de menos más de lo recomendable (partiendo del hecho de que lo recomendable en la tarea de echarte de menos sea cero, y aunque lo hiciera sólo un poquito, que no es el caso, ya me estaría excediendo.) También creo que eres un idiota, pero quizás eso no te interese tanto. O sí. Yo que sé... Si supiera lo que se pasa por tu maldita, y adorada, cabecita, estaría mejor. Podría ser. O no. Quizás.

Sí, por si no lo has notado, amo los clichés. Amo mis clichés. Y tú eres ese maldito cliché del que no me puedo olvidar por más que pasen los jodidos años de mi jodida vida por mis jodidos huesos; ese maldito cliché que siempre tengo en la retina, y en la punta de la lengua, la misma que siempre me acabo mordiendo para evitar pronunciarlo.

Podría terminar por el principio, sería lo adecuado. Pero, siempre a codo con la sinrazón, sigo sin recordarlo exactamente.

¿Bailas?

sábado, 27 de junio de 2009

Azul, inmenso, bravo y precioso. Suave como la seda, frío como el hielo. Salado, igual que el sudor de tu espalda. Espumoso, igual que la cerveza dorada en mi mano y en la jarra.

Arena deshaciéndose en los pies, el sol calentándome la frente, tu mirada ardiente en la retina, y tu lengua en mi boca.

lunes, 8 de junio de 2009

Fresa, nata, chocolate y canela.


Penumbra. Un rayo de sol colándose a trompicones entre los pliegues de una espesa cortina oscura, haciendo bailar las motitas de polvo en su luz dorada. Un destello azul en el espejo.
Un destello de hielo, lacerante, gélido. Gélido. Un destello congelado que se cruzó tras dos milésimas de segundo con dos estrellas negras, brasas hirientes, fuego abrasador.
Ambas miradas, los ojos azul cielo, los ojos negro noche, se estudiaron, se entretejieron, se entremezclaron. Crearon arabescos, zarcillos y espirales la una alrededor de la otra, para luego separarse y volverse a juntar presas de un poderoso imán que no tenía piedad alguna.

Entonces, el espacio que los separaba, en cuyo medio destacaba el ocre rayo de sol, se redució a la nada.

Dos bocas se encontraron en un mismo lugar, a una misma hora. Dos pares de labios se apretaron unos con otros como si les fuera la vida en ello. Dos lenguas describieron de saliva eternos torbellinos. Dos cuerpos desnudos, ardiendo, cayeron sobre la alfombra granate persa con un ruido sordo... Cuatro piernas se enlazaron... Dos pares de tetas, con los pezones erizados, en unas fresa sobre nata, y en otras chocolate sobre canela, se rozaron.

Y se quemaron.

lunes, 18 de mayo de 2009

ERES TAN JODIDAMENTE GUAPA ...

Y odio que lo seas. Odio que tu pelo sea tan puñeteramente negro, que tus ojos sean asesinamente grandes, que tu cuerpo sea perfectamente perfecto. Odio que me sea imposible vivir sin tu presencia.

Te odio por eso, y a la vez te amo, maldito ángel.

martes, 5 de mayo de 2009

MUÉRETE.


FELICIDADES!

¡Que sí ,que van en serio, hombre! ¿Que no tenía por qué? Oh, bobadas. Sinceramente, te las mereces.

¡Tres hurras, vamos!
¡Hip, hip, HURRA! ¡Hip, hip HURRA! ¡HIIP, HIIP HURRAAA! ¡VIVAAA!

¡Que no! ¡Que no te quites mérito! Qué humilde eres, Tú, ¡sólo tú!, has logrado todo esto. Por eso te felicito de corazón, y en un medio publico para que todo el mundo sepa lo que has conseguido, y lo orgullosa que estoy de ti. Me has demostrado que se puede confiar en ti.

¿Tres hurras más? ¡Venga!
¡Hip, hip, HURRA! ¡Hip, hip HURRA! ¡HIP, HIP, HURRAAA! ¡SÍ, VIVAA! ¡VIVAA!

Viva. Viva...
Viva, porque eres la persona que más me ha sorprendido en la vida.
Viva, porque nunca me lo hubiera esperado de ti.
Viva, porque siempre creí que habías cambiado.
Viva, viva... Viva, por joder a mi madre.

De verdad, cada día me asombras más. ¿Cómo haces? ¿Cómo haces para mentir tan jodidamente bien?
¿Cómo haces para ser tan cabrón?

lunes, 27 de abril de 2009

Hazlo.


Haz lo imposible, mira lo invisible. Toca lo intocable, rompe lo irrompible.

martes, 14 de abril de 2009

Fiera, gris y añosa, señora Montevideo.

Gris y decadente, señora. Ah, estás triste, lo sé, aunque muda y silenciosa te me antojas, y no dices nada. Estás cada vez más gris, vieja, añosa.
Ya casi no te recuerdo, señora, pocas veces arde usted en mi memoria; aunque, de vez en cuando, si la nostalgia me atrapa y me zarandea, y yo zozobro, como una cáscara de nuez en el océano negro, apareces.
Apareces gloriosa, dorada, imponente como siempre me pareciste en mi niñez. Joven, impulsiva, rabiosa, apasionada.
Las calles de eucaliptos, donde el sol al ponerse hacía brillar de amarillo y miel las motitas de polvo, y el viento barría las grisáceas hojas secas formando remolinos otoñales. La casa de los abuelos, con su tibio olor a bizcocho de naranja al volver de la escuela; la misma casa que vendieron, esa en la que se reunía toda la familia las nochebuenas y se cenaba en el jardín, con las estrellas de fondo,y el calor del verano, y todos reían, incluso la bisabuela, que siempre andaba refunfuñando. El sauce llorón, que ya no está, veneno, me dijeron... Mi sauce llorón. El parque Rodó, en el que por un mísero peso (que bueno, a esas edades tan tiernas, parecía una auténtica fortuna) montabas en el carrusel, o los poneys, o en las barcas; y después pescábamos peces de colores en el estanque con cebo de miga de pan; ah, a mamá siempre le picaban los peces globo...

Sí... Felices tiempos, en los que mi percepción alcanzaba sólo para descubrir esos pequeños detalles, y no la miseria que siempre reinó. Eso era antes, cuando no me daba cuenta, y ahora... ahora es aún peor, ¿Verdad, doña? Antes era cuando la gente no moría en las calles, sólo morían los perros. Era cuando no toda la ciudad era un cantegril, ni pasto del hambre; cuando las familias aún podían ir al mercado y con un poco de dignidad comprar algo más que medio pimiento.
Ahora... ¿Ahora qué? ¿En qué te convertiste, venerada? Hoy das más miedo que nunca.
Das miedo, Montevideo, desmejorada y apática señora; antaño imponente, antaño gloriosa; das miedo, porque esos recuerdos que de ti guardo, son fantasmas, desfigurados retazos de una mente infantil y distorsionada, y si alguna vez existió esa majestad con la que te pinté, hace años que se hundió en el alquitrán y el polvo, como tantas otras cosas.
Montevideo, quieta, oscura; meláncolica ciudad azul, paredes grises, perros vagabundos, polvo y puertas tapiadas... Contéstame a una pregunta, vieja dama ¡Contéstame! ¿Por qué será, a pesar de todo, que te extraño?
Y una última cosa, tú, que fuiste impersonal testiga, ¿Acaso lloró, el sauce llorón?

Te odio.

- Lo siento. ¿Me oyes, mevrow? ... Siento todo lo que dije, hice y pensé. Siento haberme distanciado de ti, lo siento tanto...
- ¿Para esto estoy perdiendo clase?
- No te hagas la mártir. Sé de sobra lo que te importa perder clase.
- Pues por eso mismo. Preferiría estar ahi sentada aburriéndome y fingiendo que cojo apuntes, a aqui sentada aburriéndome y fingiendo escucharte.
- Mala... - Masculló. Pero sonreía.
- No te rías.
- No me río.
- Sí, lo haces. Y no sé porqué, no creo que sea tan gracioso el que te desprecie.
- No. No es gracioso eso. Lo que me hace reír es que eres una cuentista. Sé que me perdonas.
- Vete a la mierda.
Me mira, y sin poder evitarlo, estallo en carcajadas, a la vez que empieza a llover.

martes, 7 de abril de 2009

Princesa y Barbi Superstar.

¿Cómo no imaginarte? ¿Cómo no recordarte? Hace apenas dos años. Cuando eras la princesa de la boca de fresa, cuando tenías aún esa forma de hacerme daño.
¡Ahora es demasiado tarde, princesa! Búscate otro perro que te ladre, princesa.
Maldito sea el gurú, que levantó entre tú y yo un silencio oscuro (...) Ya no te tengo miedo, reina, pero no puedo seguirte en tu viaje. ¿Cuántas veces hubiera dado la vida entera porque tú me pidieras llevarte el equipaje?


Tenía los pies diminutos, y los ojos color verde marihuana, a los catorce fue la reina del instituto del curso que repetí. (...)
Pezón de fresa, lengua de caramelo, corazón de bromuro, supervedette, puta de lujo, modelo, estrella de culebrón (...)
Al infierno se va por atajos, jeringas, recetas; ayer hecha un pingajo, me dijo, en el tigre de un bar: "¿Dónde está la canción que me hiciste, cuando eras poeta?" Terminaba tan triste que nunca lo pude empezar.
Por esos labios que sabían a puchero de pensiones inmundas, habría matado yo, que cuando muero ya nunca es por amor (...)
Por Vallecas, ya nadie la llama Barbi Superstar.


Hay peligro de incendio esta noche, en el asiento trasero de mi coche.
¡No seré yo quién llame a los bomberos!

martes, 31 de marzo de 2009

Perdidamente enamorados.

Tú y yo. Maestro y alumna. Kalash y Malak.


Hoy ya no eres mi secreto a voces.
Hoy me muero por hablar contigo.
Hoy te quiero, Kalash; hoy me muero por verte, por tocarte, me muero por oír tu voz llamándome, en susurros. Hoy me muero por que me mires y saber exactamente qué estás pensando, y qué no dices para no herirme, herirnos.
Hoy me muero por oír un malak de tus labios, que lo digas ahogadamente; que me mires a la cara y no apartes los ojos mientras finjo que no me doy cuenta; que me sonrías, y se me olvide que volverás a Valencia.

Eres fugaz. Eres efímero. Vienes, y te vas; nunca te quedas, y sin embargo, me llenas como nada. Aunque no afrontemos la verdad a la cara, aunque las horas a tu lado las perciba como segundos.

Hoy la impaciencia se apodera de mí... Llevaba tantos meses ansiando escuchar esas palabras, que son mucho más que una promesa de verte en un futuro cercano.

Hoy, a pesar de las dificultades, siento más que nunca que eres mi alma gemela.

Hoy, más que nunca, te quiero.

domingo, 22 de marzo de 2009

Al final, por fin el fin.

Es la hora de partir... La dura y fría hora, que la noche sujeta a todo horario.
(...)
Es la hora de partir ¡Oh, abandonado!


Impresionante.
Miles de puntos blancos, millones de lucecitas parpadeantes, cientos de motitas luminosas amontonadas sin orden alguno sobre el negro telón de alguna famosa función. Sobre este fondo oscuro, da comienzo la verdadera obra, sobre su inmensa extensión me paseo, deteniéndome en cada una de esas manchitas (esas ventanitas a todo lo abstracto, esas musas de auténtica poesía), jugando con ellas, recreándome mientras invento constelaciones en ese cielo estrellado.

Mira esa ¿A qué crees que se parece? ¿No es un caballo? No, más bien un unicornio, ¿No ves su largo cuerno espiralado? ¡Y ahí está mi sierpe! Mi vieja amiga, compañera silenciosa de sueños olvidados ya. Parece que me guiña un ojo. Un ojo extrañamente brillante. ¿No es la estrella polar?

Animales mitológicos que rugen y escupen fuego por sus bocas decoradas con titilantes colmillos. Largas cintas que adornan formando lazos, y florituras, y zarcillos, el cielo nocturno. Enormes pájaros que abren sus aún más enormes alas en busca de una libertad que, para ellos, no existe, pues seguirán ahi la próxima estación, esperando que con un poco de iamginación, me dedique a redescubrirlos.
Incluso, si miro bien, encuentro a mi negra e hipnótica pesadilla devolviéndome la mirada desdeñosamente. Aquellos ojos negros que ni a sol ni a sombra me dejan, que me persiguen incluso cuando alzo la vista al cielo y suplico clemencia, sosiego. Que me atormentan, acosan mi alma, desgarran mi espíritu con miradas de soslayo que se clavan como puñales de hielo eterno.

Clavo en ellos los míos, con un odio visceral, un odio enamorado. Es imposible no estar a estas alturas perdidamente enamorada de mi propia maldición. Son necesarios, más que nada, por eso los observo con odio ahora, no quiero necesitarlos, no quiero amarlos ya.
¿Noto cierto temor, en la mirada que ahora me lanzan? ¿O quizás angustia, o algo de desesperación? Probablemente nada de eso, ellos no tienen sentimientos.
Inspiro. Les dedico una sonrisa (torcida, envenenada, pero al fin y al cabo, sonrisa), tomo impulso, con los brazos extendidos, y me lanzo al vacío.

VACÍO.

No sé qué será de mi vida si no están conmigo, persiguiéndome, y a la vez dándome la razón de que tenga sentido.
Pero yo quiero un cielo oscuro, tachonado de estrellas, al qe pueda mirar sin miedo a caer en la antigua espiral de terrores y pasiones.
Yo quiero noches en las que inventar nuevas constelaciones.

Adiós, diría mi maestro.
Hasta nunca.

viernes, 20 de marzo de 2009

Bendito bálsamo.

Bendito bálsamo, para mi maldita herida. ¿Porqué sólo basta tu timbre, para curarme por dentro?




- ¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo?

- Me vas a dejar caer.

- No te voy a dejar caer nunca.


No sé porqué, pero tras hablar contigo, siempre me siento mejor.

Bendito bálsamo. Bendita la sonrisa que siempre llevas puesta. Bendita la frase "no pasa nada".
Bendito tú, que con una simple palabra, ahuyentas los males que me acosan, las dudas que puedo llegar a tener, esas que momentos antes me parecían tan inmensas, esas que me aplastaban, me devoraban por dentro y me hacían estallar en histérico llanto.

Bendito, porque cada vez que marco (ya de memoria) el número, con dedos temblorosos y suspiros anhelantes, sé que en un par de segundos te oiré, y se me quebrará la voz, y me contarás alguna anécdota tonta que me hará reír y olvidar.

Bendito, porque la sola mención de tu persona, me recuerda mañanas con olores a resina y a césped mojado, noches de frío intenso, aquella vez que dijiste, en ronco susurro, "No te voy a dejar caer nunca".

jueves, 19 de marzo de 2009

Recuerdo.



Platinoche.

En la noche platinoche... La bruma forma zarcillos, jirones de humo hechos recuerdo, arremolinándose en tu cuerpo.
Tú. Tus dedos de seda jugando con mi piel, tu lengua enredándose y cometiendo mil y una diabluras, alfombrándome la voz con no sé qué sabores de azahar y de tequila.

En la noche platinoche, inventas estrellas con la mirada, cuelgas la luna en las puertas del cielo, barres la niebla con un suspiro... Convocas mareas, tormentas, huracanes. Avivas incendios entre mis piernas.
Noche de fuego, de humo; noche brumosa, sin luna, estrellada. Noche platinoche.


El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche,
noche que noche nochera. (Lorca)

miércoles, 18 de febrero de 2009

Reflexiones de domingo amargo.



Hoy el amanecer es aún más oscuro que la noche que lo precedió. Hoy se tiñen de negro y gris todos los sentimientos, todos los recuerdos, que me anidan en el pecho. Hoy guardan luto mis pensamientos, y un par de lirios muertos forman un lazo alrededor de mi alma, ahogándola, oprimiéndola.


Azabache y ébano. Todo es ébano y azabache a mis ojos hastiados de colores y mentirosas alegrías; la verdad es dura, y duele, la verdad es negro golondrina, la verdad, sin piedad ni decoro, me apuñala de frente, me destruye los sueños, me deja vacía cual cáscara de nuez.


Dagas, dagas tengo en el corazón, de lado a lado atravesadas, armas de empuñaduras grises de hueso, malignos arabescos en el envés, y filo acerado, y puntas envenenadas, como colmillos de malvado áspid.


¡Un áspid! Una sierpe, una mamba, llevo enroscada al cuello, descansando su sabia cabeza en mi oído... Me canta desgarradoras historias de voces sin dueño, de sombras sin cuerpo, de pensamientos inconexos sin mente que los esboce, y también al contrario, de cuerpos mudos con enormes cerebros sin pensamiento alguno. Sin voz, ni voto.


¿Qué más queda hoy, si no llorar? ¿Qué más? ¿Qué otra cosa se puede hacer, cuando amaneces, y eso sólo parece una prolongación de la oscura (¡Negra!), y helada noche? ... Llorar, mientras mi compañero áspid que ni a sol ni a sombra me abandona, susurra empalagosos y falsos consuelos ¡Porque todo lo bonito es eso! ¡Falso! La vida no es otra cosa que un camino de rosas, preciosas, falsas rosas, sobre las que paseamos descalzos. Y la realidad se presenta en forma de espina. O de ojo negro de mirada asesina. Que en el fondo, dice mi sierpe, viene a ser lo mismo.